El largo conflicto en la ex Terrabusi pone furioso al establishment: revela, como con los trabajadores del subte, la terrible incomodidad que le producen unas bases que desbordaron a la patronal burocrática. Y carecen de prurito para meter la cuña de La Embajada. Y avivan el fuego de los automovilistas perjudicados como si el tema central fuese ése y no lo impune de una multinacional que insiste en perpetrar cuanto le venga en gana. La gran prensa sigue invicta en eso: la culpa final es inevitablemente de los laburantes, nunca de sus socios de libertad de mercado.
* Publicado por Eduardo Aliverti el 05/10/2009 en Página 12.
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